![]() Encontré este libro en la biblioteca. No les voy a decir de qué se trata pero, si quieren leer una reseña con muchos detalles, pueden ver este enlace. Si se lo encuentran, léanlo; está lleno de frases chistosas. Supongo que el propósito no era ese, para nada, pero me hizo reír mucho y también auto-analizarme.
La primera vez que vine a Oslo, en el 2010, conocí al que todavía es mi novio; la razón por la cual regresé en el 2015. A pesar de que he tenido permisos de residencia en dos países aparte del mío, la verdad, nunca me he sentido migrante. Supongo que para propósitos estadísticos sí lo soy, desde el 99, pero en mi cabeza ando nada más de paseo en otros lados por un tiempo indefinido. Nunca me he muerto de ganas de volver a México, ni ando en negación (como Ana Rosa y) como muchos que conozco aquí que se quejan de todo lo que comen y no paran de hablar de que quieren tacos. Tampoco me siento expatriada o que dejé todo atrás con la esperanza de una vida mejor.
Aunque sí la pasé un poco mal al principio por estar un poco aislada en casa de la suegra, creo que no me fue tan mal cuando regresé a un país que no es precisamente famoso por lo amistoso de su gente. Tal vez por eso me impresiona la cantidad de libros en español que he encontrado en la biblioteca que hablan sobre la depresión en las mujeres. De tres o cuatro libros con los que me he topado he llegado a dos conclusiones que seguro son incorrectas:
De regreso a mi psicoanálisis, no es secreto que en mi vida tengo una cajita especial únicamente para mi papá con la etiqueta de la persona más detestable del universo. Nunca lo he negado y los que se saben la historia de por qué está en esta cajita están de acuerdo conmigo. Tampoco se me va la vida en odiar o envidiar o criticar a otros (como a Francisca). A mi papá no lo odio; nada más no me interesa estar en contacto con él. Aún así, de vez en cuándo platico con él, porque –como le he dicho a mi mamá varias veces– yo no tengo la suerte de poder decir que es mi ex-papá, así como ella puede decir que es su ex-marido. Tal vez el verdadero problema es que, como los elefantes, nunca olvido. Eso no quiere decir que sea ultrarencorosa, que no perdone o que sea imposible hacerme cambiar de parecer una vez que te pasé a la cajita «No. Ya la cagaste». Creo que la mayoría de los humanos reaccionan de forma parecida (excepto los japoneses, quienes pusieron una estatua de amistad después de que Estados Unidos les dejó caer dos bombas nucleares. ¡Ufff!). Conozco mucha gente, cercana y lejana, que tiene problemas psicológicos serios y aunque nunca he pensado que no necesiten ayuda ni les recomiendo remedios mágicos o les digo que les hace falta hacer yoga, me cuesta mucho trabajo entender su situación, simplemente porque soy mentalmente muy estable. El cerebro, al igual que otros órganos, se enferma. Mi cerebro todavía no se ha enfermado y no venía con un balance químico que le hace que se enferme. A lo mejor por eso me han presentado como la amiga loca o la prima loca o la hermana loca además de las muchas veces que me han dicho que estoy loca, porque no tengo adicciones, nunca he tenido desórdenes alimenticios, ni depresión, ni ansiedad, ni ataques de pánico. Tampoco soy fanática religiosa ni extremista en ningún sentido y eso, al parecer, en esta sociedad, es muy muy raro; de locos.
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#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
Abril 2018
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