![]() Mi primer día de clases en la Celestín Freinet es algo que siempre voy a recordar. No porque fue una escuela en la que quise estar desde que tenía 4 años. No porque estaba feliz de ya no estar en una escuela católica. Sino porque, el miércoles 11 de marzo de 1998, ha sido uno de los días más incómodos de mi vida. A las 7:30 de la mañana entré a un salón de ladrillo con cuatro mesas. Todas las mesas estaban llenas excepto la que estaba frente al pizarrón, que tenía un asiento vacío. Me acerqué a la mesa porque iba a comenzar la clase de matemáticas y necesitaba un lugar. La conversión, exactamente como sucedió, fue así:
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Corría el año del 2006 cuando salió una convocatoria para todos los estudiantes de Física en México que estuviesen interesados en participar en un taller de divulgación sobre Óptica y otros temas selectos. La beca incluía los gastos de hospedaje y alimentación durante una semana en las instalaciones del INAOE en Puebla. Con una presentación gráfica lista para el Congreso Nacional de Física en octubre, mi novio de aquel entonces y yo decidimos enviar una solicitud y tres días después nos enviaron una confirmación de aceptación al evento. Las instrucciones eran las siguientes:
Nunca he estado en la cárcel, más que aquella vez que dormí en una celda en Cosamaloapan y me llené de pulgas, pero alguna vez estuve inscrita por un año y medio en algo parecido.
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#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
Abril 2018
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