![]() A pesar de que Xalapa ha crecido un montón y muy rápido, para desgracia de una gran parte del bosque de niebla, todavía queda por ahí un poquillo de la esencia del pueblito lluvioso de mi juventud (y con juventud me refiero a cuando tenía 5 años, no 25), sobre todo cuando se trata de café. Antes llevaba café (del Bola de Oro, porque es el que toma mi mamá) como regalo cada vez que viajaba a otro país, hasta que –para mi sorpresa– la gente se empezó a quejar. En Holanda, por ejemplo, los que recibieron el café se aconsejaron que había «que ponerle el doble de carga porque no levanta, ni sabe a nada». No sé nada sobre café. No sé si sea la altura, la acidez, la tierra o qué cosa, pero no me llevo con ningún otro que no sea el veracruzano. El café de Xalapa (o más bien, Coatepec) es suave, aromático, no sé... diferente.
No tomo café para despertar ni tener energía; «apacible», «desanimada» o «lánguida» no son conceptos con los que la gente me identifica. Como ejemplo para los que no me conocen, nunca me he atrevido siquiera a tomar bebidas energéticas, como el Red Bull, porque estoy convencida que me va a dar un paro. Aunque sea un frapuccino o cualquiera de esas bebidas que son más azúcar que café, cada vez que lo tomo (aunque sea descafeinado) en otro lugar fuera de Veracruz me da de todo (incluso hasta con el chiapaneco que es bue-né-rri-mo). Me siento cansada pero perturbada, me da taquicardia y a veces hasta me da diarrea (¡ya sé!, perdón por la visualización, pero es para dar a entender que hasta mis intestinos se estresan). Para mucha gente, sobre todo en Europa y Estados Unidos, el café es más como una droga necesaria para poder vivir, despertar, poder ir al baño o que lata el corazón. Para mí es una experiencia de paz, para pasarla bien con mis amigos, mi familia y la gente que quiero o para echar chisme. En México (y tal vez Latinoamérica) es más como un momento íntimo; por eso «te invito un café» es una frase para ligar (muy a la Doña Florinda con su «¿no gusta pasar a tomar una tacita de café?»), no para decirte «te ves jodida, te hace falta dormir». Obvio que hay mucha gente en México que usa el café para despertar o curarse una cruda, pero para nada es el uso principal. No me imagino en Xalapa, por ejemplo, un bar como los que hay en Francia o Italia donde sólo hay una barra (sin asientos ni nada) donde sirven tacitas de café ultra cargado para tomárselo volado y salir del trance zombie. En Xalapa –definitivo– exprés significa que es más concentrado, para los que prefieren un sabor más fuerte, como los que nomás comen chocolate amargo; en realidad se refiere a exprés (de rápido), aunque se tarden lo mismo en servirlo que un capuchino. Como de todos modos me gusta tomar bebidas calientes, ahora tomo té todos los días. Así es la vida cuando uno está lejos de Veracruz.
3 Comentarios
Aranzazu
14/10/2014 06:05:01 pm
Como somos zona cafetalera el café es más que un pick-me-up. Es un modo de vida, es líquido gestora de ideas... es el pretexto para convivir. Me gustó mucho tu texto. Gracias
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Geli
15/10/2014 11:47:10 pm
Gracias, amable lectora.
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dr. murdock
15/10/2014 08:00:12 pm
yo soy un cafeinomano y creo desde niño lo soy jamas me he despegado de el..... si consumi alcohol en cantidades industriales...y creo como usted que el mejor café es el de Veracruz...
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#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
Abril 2018
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