![]() La mayoría de los hijos le llaman mamá a su mamá porque ésta les enseña a que le llamen así. Mi mamá no me enseñó eso; mi mamá no es como otras mamás, ni el epítome* de la mujer mexicana. A Carla Sofía la conocí un domingo en un hospital, cuando ella tenía 28 años. Yo tenía unos segundos y muy poco pelo; no recuerdo los detalles, aunque el parto lo ha relatado varias veces: una de esas frente a los congregados en la fiesta de mi 29º cumpleaños. A veces siento que no sé mucho de ella. Algunas cosas las he ido aprendiendo con el tiempo y otras cosas las sé porque me ha respondido.
Su color favorito es el azul marino, su dieta es un 99% café con pan, también come muchos plátanos, ha tenido perros de razas muy finas –bóxer, dálmata, afgano, maltés– y otras no tan finas –pero que «son puro corazón»– y quiso estudiar veterinaria, pero no tuvo dinero para hacerlo. Un orangután le dio de comer galletas María con agua en el Africam Safari. Sabe taquigrafía y la mayoría de sus libros tienen el simbolito (una C serpenteada con un moño y una x al final) que representa su nombre. Firma con su nombre completo y lo tiene en un sello de goma. «No tengo rúbrica*», dice. Se sabe de memoria casi todas las tiras de Mafalda y tiene un poster del personaje con la leyenda: ¡Sí a la democracia! ¡Sí a la justicia! ¡Sí a la libertad! ¡SÍ a la vida! Dedicó su tesis de licenciatura a la vida, que le ha dado tanto y me indigné secretamente porque no me la dedicó a mí. No conozco a nadie que teja mejor que ella y cuando se queda dormida, tejiendo, NO se le va la puntada (¡es como una máquina!). Alguna vez, una maestra de traducción me chuleó mi «elegante uso de funge por serves»; Carlitasof usa mucho esa palabra. La ortografía de Carlita es la de la revisión gramatical de 1958, cuando se acentuaban los monosílabos y los pronombres demostrativos. A ella le debo mis talentos ortotipográficos. Otras cosas, que no tienen que ver con ella, las he aprendido porque me ha mandado a buscar la respuesta, como: «¿Y eso qué significa?»; «Búscalo en un diccionario». (*Para los que no sepan qué significa epítome, rúbrica o fungir, ya saben qué hacer.) Hay preguntas que responde con otra pregunta, como: «¿Y por qué te divorciaste?»; «¿Para qué quieres saber?». Sé además que no cree en eso de volverse a casar y lo cita como un error que no vuelve a cometer [en su defensa, yo tampoco me casaría con alguien como mi papá y también hubiera quedado curada de espanto]. Su acta de nacimiento tiene una enmienda. Mi papá, en sus dramas, dice que se casó con Sofía Fuentes y se divorció de Carla González. Carla Sofía no hace dramas; dice que no tiene tiempo para ponerse a llorar y lamentarse (y mueve la mano como si estuviera barriendo cuando lo dice). De hecho, muy pocas veces la he visto llorar [con excepción de las veces que llora de risa, que son muchas]. Las que lloraban con mis bailes en los festivales de la primaria eran mis tías. Chofi dice que ¿por qué va a llorar, si está bonito? No recuerdo haberla visto llorando cuando se murió su madre, pero sí cuando se murió el Rufo, aunque me dijo que no fuera «a andar llorando en la escuela, haciendo espectáculos»; no llora, ni deja llorar. El año pasado la hice llorar y todavía no lo supero; no creo superarlo nunca. También lloró cuando se divorció mi hermana. No sé si, en general, no llora porque se aguanta o porque es muy macha, ¡ah! porque me consta que es muy macha; lo he comprobado las dos veces que la he visto salir de un quirófano como si nada. Alguna vez prometí regalarle un Chevy rojo y llevarla de vacaciones a Grecia. Mis promesas siguen en pie. Hay quienes la conocen como Chofi, otros como señora Carla, para mí es la Chabela (y todas sus variantes, como Chabeloba, Chabelú, Chabelita baby, etc.). Carla Sofía casi no ve la tele y pocos programas le llaman la atención fuera de los instructivos de tejido en YouTube o la señora que se confiesa y dice «¡Ay, padre!», con suspiros: la Chabela, quien la hace llorar de risa –la versión con Héctor Suárez, porque con los otros padres, tampoco le llama la atención–. Chabelú seguramente seguirá siendo Chabela hasta que la nieta aprenda a hablar y le invente un nombre nuevo, así como le pasó al Tata (antes, Chato) y al Payito (antes, Toby). Mi Chabeloba hoy se vuelve sexagenaria. Espero que las docenas de años que le quedan me sirvan para aprender sobre los 28 años, 8 meses, 8 días que me perdí, a menos que me diga «¿para qué quieres saber?», mientras se come una camelia.
3 Comentarios
Sergio Jimarez
15/9/2016 09:57:38 pm
Muy linda tu madre, qué gusto conocer gente así, tú mamá ha sido un gran ejemplo, así como tú. Gracias a las dos.
Responder
Mary Carmen
19/9/2016 05:01:38 pm
Una exelente persona. Saludo Gely . . . .
Responder
Casi, casi te "caché" cuando llegaste al mundo; pero mi papá había muerto y estaba en la funeraria, cómo llovió aquella tarde. Me extrañó que la Chofi no fuera, pero luego me enteré del feliz acontecimiento. Acabo de regresar de Chiapas; la Chabela, teje, teje, teje y más teje, mientras que yo quería........salir a dar la vuelta, donde viven los Bailon es un barrio aburrido, todo la civilización tzotzil queda lejos, incluso Soriana. Ni modo. Saludos
Responder
Deja una respuesta. |
#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
Abril 2018
Categorías
Todos
|