#3 Porrista personal![]()
Lo he dicho muchas veces, no me puedo quejar. Hubo momentos buenos y malos, pero todos fueron especiales. Después de casi cuatro años me di cuenta que no siempre se trataba de compartir momentos, sino de estar presente como tripié para documentar... porque el del espectáculo era él y yo estaba nada más para echarle porras.
Nunca tuve ningún problema en servirle de apoyo y motivación cuando lo (nos) corrieron de la facultad de física, cuando necesitaba bajar de peso, cuando hubo muertes inesperadas en su familia o cuando su perro recibió la eutanasia. De igual manera, nada era suficiente.
Ojalá me hubiera avisado que más que un noviazgo era competencia. Nos hubiéramos ahorrado las discusiones sobre quién daba los regalos más caros, quién organizaba las mejores sorpresas, quién tenía más pokemones o el puntaje más alto en Guitar Hero, quién tenía mejores calificaciones... Pocas veces en la vida he llorado tanto como cuando terminé la relación con él porque, después de años como porrista personal, dos intentos fallidos de ir a Canadá, 23 días de mochilear por el Reino Unido y empezar una licenciatura nueva, decidí que era mejor ser mi propia porrista personal. Lo vi sospechosamente tranquilo. Yo apenas podía respirar de tanto llorar. Me dijo: «¿Por qué lloras tanto? Eres tú la que está terminando esto. Deberías estar feliz». Terminé con él un 4 de octubre. Meses después, cuando yo ya estaba viviendo en Noruega, cambió su estado en Facebook a 'en una relación' con el 16 de septiembre como fecha de aniversario. Su tranquilidad ya no se me hizo tan sospechosa. La nueva porrista comenzó una campaña interna en contra mía digna de Hitler y el antisemitismo. Se tomaron el tiempo de borrar todas y cada una de las fotos en donde aparecíamos juntos en Facebook; seguro tenían mucho tiempo libre, porque no eran pocas. Después, y hasta la fecha, la novia me bloqueó permanentemente de la cuenta de él y me pidió que dejara de meterme en sus vidas. Mi expresión:
Años después, cuando a la chica se le acabó el ser la porrista en turno, recibí un mensaje. Ella se acababa de convertir al budismo y parte de su iniciación incluía pedir perdón por causar daños. La verdad, no sentí ningún daño y pensé que las disculpas era más bien innecesarias. Tampoco podía dejar pasar la oportunidad de usar una buena frase dominguera; respondí: «Yo no tengo nada que perdonarte. ¡Que te perdone Dios!».
En cuanto a él, me enteré por un amigo en común que ya tenía una novia nueva; una chica que más que su novia, era su admiradora. En uno de los cumpleaños de él, ella organizó una fiesta con una pancarta del tamaño de la mitad del universo. Se casaron el mes pasado.
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#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
Abril 2018
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