Corría el año del 2000 cuando mi hermana, mi madre y yo nos embarcamos en un viaje memorable que no quedó documentado en ninguna foto ni red social, pero seguro estará por mucho tiempo en 3 hipocampos –la parte del cerebro responsable de la memoria a largo plazo, no el caballito de mar– y, ojalá, después de leer esto en muchas otras (sí, la tuya). No había Facebook, Instagram o Twitter. En general, el uso comercial del Internet estaba apenas empezando en México (y en el resto del mundo) y no había muchas páginas para compartir historias tanto como las hay ahora. Nuestro destino: Ciudad Juárez, Chihuahua. Cuna del único y verdadero divo de Juárez, nuestro señor, Juan Gabriel. En caso de que se lo estén preguntado, sí. El Noa Noa está en Cd. Juárez y pasamos por ahí. En aquel entonces yo tenía 15 años, así que la única que tenía ganas de visitar el bar (o sea yo), era la única que legalmente no podía, pero lo vi desde afuera cuando el señor taxista nos dio un mini tour de todos los lugares por los que anduvo Juanga.
Fuimos a esta ciudad dos años antes de la tragedia de las muertas de Juárez. Nunca me había puesto existencialista, hasta ahora. Una mujer con sus dos hijas no son malas candidatas para unirse al número de tantas mujeres desaparecidas pero esta vida nos ha dado, tanto a mi hermana, mi madre y a mí, mucha suerte y buena vibra (si es que tal cosa existe). El viaje comenzó, haciendo honor al TRI, esperando el camión en la terminal del ADO, en CAXA. Después de 5 horas llegamos a la Terminal del Norte y de ahí comenzamos la travesía hasta Chihuahua, en autobús directo. 27 horas –más las 5 hrs de Xalapa al D.F.–. No crean que esperamos medio día para tomar el siguiente autobús, sólo paramos a comprar suficiente comida para el camino. (Ya sé: ¡¿QUÉ qué?!, OMG, etc.) La verdad, no fue tan difícil y fue divertido. Mi hermana y mi mamá en algún momento se bajaron a caminar pero yo me quedé todo el tiempo en el autobús. Así es. Se hizo de noche, se hizo de día, se volvió a hacer de noche y yo seguía en un autobús (lo bueno que tenía baño). Una de las cosas más sorprendentes del viaje, porque más de un día completo en autobús no es lo suficientemente sorprendente, fue la facilidad con la que aparecía la gente a la mitad del desierto. Al cruzar la caseta del desierto de Durango, el autobús paró unos 5 minutos y se subió una señora que vendía burritos. Nosotras, xalapeñas, de la (entonces) ciudad de las flores, acostumbradas a la lluvia, la vegetación y la comida abundantes, nos dio un mini paro cardíaco cuando la señora dijo que cada burrito costaba $27 (¡claro que me acuerdo! ¡¿cómo no me voy a acordar?', si en Xalapa en el '99 con $27 comías una semana?!). El variado menú incluía todo con chile, entonces pedimos 3 burritos de frijoles (o por lo menos así nos los promocionaron). Mi hermana, hambrienta, valiente e ingenua, le dio una mordidota a su burrito. Hasta la fecha, una de las cosas más picantes que ha comido en su vida. Picaba tanto que comenzó a ahogarse. Le dieron agua, yoghurt, leche, de todo. Yo, de verla, mejor no comí nada. A últimas mi doblemente valiente madre fue la que logró comerse la mitad. Otra de las cosas sorprendentes fue mi primer encuentro con la migración ilegal. Cuando comenzamos el viaje, en el D.F., el autobús estaba lleno. Cuando llegamos a Cd. Juárez, sólo quedábamos 6 personas en el autobús. Mi hermana, mi mamá, el chofer, dos señoras ultra viejitas y yo. A todos los demás, hombres en su mayoría, los habían detenido en algunas de las casetas donde la oficina de migración hacía una revisión de los documentos de cada pasajero. En aquel entonces era joven y valiente. Ahora que soy vieja y miedosa, no me atrevería a volverlo a hacer, aunque en realidad tengo muchas ganas de volver a mirar el desierto desde la ventana y observar diferentes ecosistemas. En su momento, nuestro shock era creer que hubiera gente que se atreviera a vivir en un lugar donde la temperatura promedio es de 43 ºC en el día y -5º de noche. Aunque no soy tan fan de documentar mi vida en las redes sociales, ojalá nos hubiéramos tomado el viaje más «en serio» como para, por lo menos, tomar una triste foto. Supongo que tendré que forzar a mi hermana y mi madre a que se trepen conmigo otra vez en un autobús por 26 horas seguidas a otro lugar.
2 Comments
dr. murdock
15/10/2014 05:53:15 pm
déficit de compañía noto aquí...
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Rogelio
29/8/2016 01:00:09 pm
Oye ¿no quieres bailar conmigo esta noche? Trato de recordar el dolor de perder a alguien que fuese mi ídolo musical. Por ahora está bien llorar, ya el 2 le darás lugar y culto.
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#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
September 2020
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