«A los chinos, por la tinta» es una dedicatoria que Quino escribió en uno de sus compendios de historietas. No sé qué cosas leían otros niños en los 90 pero yo leía Mafalda. Leía también Ecologito y muchas otras cosas de izquierda que me daba mi mamá porque, quiero creer, que ella quería que yo fuera guerrera feminista, que cuestionara la fe, la vida, las cosas (o a lo mejor no y era nomás lo que tenía a la mano).
A mi madre la admiro. Sin tomar en cuenta cosas básicas de la economía y la inflación, mi madre es capaz de hacer 45 veces lo que a mí, en el mismo tiempo, nomás de pensarlo, me hubiera matado de cansancio o de cáncer o de cualquiera de esas otras cosas que te dan cuando te chingas todo el día, todos los días, 25hr al día, en año bisiesto perenne, sin vacaciones, con dos hijas fresas que salen caras.
Mi mamá es promedio porque le tocó la misma suerte que a muchas mujeres mexicanas, lo que ya se volvió lo normal en México: el marido inútil / el padre ausente. Entonces, la mujer mexicana promedio es –en realidad– la mujer sobresaliente en los 193 países restantes. Lo malo es que a mi mamá nunca le han dado muchas ganas de ir a otros lugares y a lo mejor no se da cuenta de lo monumental de sus esfuerzos (o a lo mejor sí y se hace la cool, porque así es ella).
Mi mamá es guerrera; la representación viva de las virtudes cardinales. Le han tocado muchas cosas dificilísimas que ha manejado con templanza, justicia, fortaleza y prudencia. A veces me parece bueno, a veces me parece malo. Me gustaría que fuera menos moderada, me gustaría que apelara más cosas, pero lo que nunca querría es que viviera su vida de acuerdo a lo que otros quieren (cosa que nunca hecho, ni va a hacer). Entonces, no importa lo que me gustaría o lo que me parezca; lo que importa es lo que ella quiera. No vivir para otros es la enseñanza más importante que me ha dado.
Mi mamá nunca me ha limitado, ni me pone peros, ni me chantajea con que tenga hijos. Tampoco me visita, ni me llama por teléfono y en general no se interesa mucho por lo que hago, pero la entiendo. Hay veces que siento que está en paz por tener hijas adultas que ya no viven con ella ni le están dando lata. Hay veces que tengo que darle el avión a la gente porque no tienen una cajita para la mamá mexicana que no tiene delantal y anda atrás de las hijas siempre para ver si ya comieron, se bañaron, se casaron, se persignaron y acabaron sus quehaceres. En esa caja nunca cupo, ni va a caber, ni tiene que caber mi mamá. Su fortaleza siempre ha sido darle a otros libertad. Creo que ella pide (justamente) que le dan la misma libertad y respeto que ella siempre le ha dado a todos (o a lo mejor no, realmente nunca sé qué piensa esa señora). No usé tinta para escribir esto, entonces no se lo puedo dedicar a los chinos (porque no era la intención, tampoco). Saber leer y escribir decentemente se lo debo a mi madre y entonces esto se lo dedico a ella, en vida, por su vida, porque hoy es su cumpleaños (cumpleaños de la señor Sabiduría), quien dice cosas como: «¿ya muerta, ya para qué?» [oferta válida también para cuando le preguntas cuándo le va a reclamar algo, lo que sea, al exmarido: «¿ya para qué?»]. Entonces, a lo mejor así como casi nunca sé qué piensa –porque, aunque le pregunte, no me dice–, ella tampoco sabe que la admiro, que la creo impecable, justa, prudente, fuerte, virtuosa. Entonces te lo mando a decir directo, madre, para que sepas que estoy de acuerdo cuando me has dicho que siempre haz hecho lo que crees adecuado, que no estoy de acuerdo cuando dices que pienso que eres una mala madre, que no pienses que estoy esperando a que se me pasen los años para ya luego, cuando cumplas 95, piense yo: «¿ya para qué?».
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#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
September 2020
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