![]() Hace pocos nos enteramos que todos los años en San Francisco hay una pelea de almohadazos el 14 de febrero. Supongo que comenzó como terapia contra San Valentín; es buen modo para que todos (solteros o no) se desquiten con el mundo por tanta insistencia publicitaria para vender flores, chocolates y cualquier cosa de corazoncitos. Según las reglas oficiales que encontramos en el grupo de Facebook, el evento era más como una flash mob (o sea, una desorganización bastante organizada que sucede de repente) porque pedían que llegaran con las almohadas escondidas. También pidieron no llevar almohadas que se desbarataran porque en años anteriores había sido muy difícil limpiar las montañas de plumas y tela que quedaron después del evento. Por si acaso, nos llevamos unas pañoletas para cubrirnos la nariz.
Chris trabaja desde el año pasado en una empresa hospitalaria que, convenientemente, se acaba de cambiar el nombre a Pillow (almohada), así que el director ejecutivo les pidió que fueran –con la playera de la empresa– para promover el servicio. La pelea comenzaba a las 6; pensábamos llegar a las 5:30 para tratar de encontrar a los compañeros de trabajo de Chris. El metro se adelantó –cosa que, de verdad, después de casi dos años en San Francisco, me ha pasado si acaso cuatro veces– y llegamos a las 5. A pesar de haber llegado muy temprano, ya había gente con almohadas de todos tamaños y hasta una camioneta del noticiero local. Después de esperar casi media hora y no encontrar a nadie, a Chris se le ocurrió llamarle a la administradora de la oficina quien le respondió que nadie se había puesto de acuerdo así que solo él estaba en la plaza. Como a las 5:40 la gente ya estaba perdiendo la paciencia; un grupo como de 5 o 6 personas entró a la plaza a darse almohadazos (antes de la hora oficial). Algunos se les quedaron viendo raro y otros se unieron y pronto ya estábamos todos metidos en la bola, entre plumas. Al principio, obvio, Chris y yo nos estábamos pegando entre nosotros, porque no conocíamos a nadie. Después pasó un niñito que me pegó en la espalda y de ahí en adelante nos dedicamos a correr por todos lados unos 20 minutos dándole a todo mundo. ¡Mua ha ha! Todo comenzó muy tranquilo, cada quien con su espacio; ya después, todos contra todos. Aún así, todo mundo se portó muy respetuoso y la verdad todos pegaban muy suave, excepto los niñitos endemoniados que de verdad pensaron que estaban en guerra y tiraban almohadazos fortísimo (así es, fortísimo es lo correcto, no fuertísimo). A las 6, cuando se supone que debía empezar la cosa con las campanadas del reloj del Ferry Building, ya llevábamos un rato pegándole a todo mundo así que nos fuimos a las 6:10. O sea, hasta que nos cansamos. Al parecer, la cosa duraba hasta las 9 de la noche. Caminamos de regreso al centro para ir a cenar; de vez en cuando veíamos gente con almohada al hombro, camino a la plaza. Como iban también armados, tiramos almohadazos furtivos a la gente que iba en camino y después salíamos corriendo. Se nos acabó la diversión a unos 500 metros de la plaza. Si algún día tiene la oportunidad de participar en una pelea de estas, se los recomiendo mucho. Es muy muy divertido. También les recomiendo que lleven lentes protectores y un cubre bocas, porque da una tos terrible y hay pelusas por todos lados. Definitivo, no es apto para asmáticos.
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#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
September 2020
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