Corría el año del 2006 cuando salió una convocatoria para todos los estudiantes de Física en México que estuviesen interesados en participar en un taller de divulgación sobre Óptica y otros temas selectos. La beca incluía los gastos de hospedaje y alimentación durante una semana en las instalaciones del INAOE en Puebla. Con una presentación gráfica lista para el Congreso Nacional de Física en octubre, mi novio de aquel entonces y yo decidimos enviar una solicitud y tres días después nos enviaron una confirmación de aceptación al evento. Las instrucciones eran las siguientes:
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Después de unos meses en EE.UU. que no fueron del todo bien, regresé a México. Cuando por fin pude terminar la prepa (uno de los mayores logros de mi vida), entré a la universidad. Muchos años creí que para lo único para lo que servía era para los números y la ciencia –sobre todo tras mi gran éxito en la Olimpiada de Física en la secundaria–, así que comencé la licenciatura en Física. La elección fue más bien de mi mamá porque debíamos ir a sacar la ficha y todavía no sabía exactamente qué iba a hacer con mi vida, así que pusimos varios papelitos en un sobre: Teatro, Física, Veterinaria, Arquitectura, Matemáticas e Ingeniería Naval. Física salió «premiado» y agregamos Matemáticas pa' no dejar, porque se podían elegir hasta dos licenciaturas dentro de la misma área. Cuando salieron en línea los resultados del examen de admisión, la elección de Física sobre Matemáticas fue más cabalística que cabildeada, pues estaba en 7º lugar en Física y 5º en Matemáticas; en muchas culturas, el siete es el número de la suerte.
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#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
September 2020
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