![]() Mi mamá no cocina, no porque no sepa, sino porque no le gusta (aunque tenga postdoctorado en hacer tortillas a mano). Así aprendí que en esta vida hay que saber hacer de todo y hacerlo bien, pero sólo hacer lo que nos gusta. Mi mamá nunca me inculcó una religión, pero me llevó a varias iglesias, templos y lugares de oración para que yo tuviera conocimientos de las costumbres de cada religión y pudiera hacer una decisión informada. Así aprendí la importancia de la educación, la información y la tolerancia.
3 Comments
![]() Los que me conocen desde hace más de 20 años, seguro que alguna vez han visto mi gigantesca casa de muñecas que fue la sensación de todas mis fiestas de cumpleaños, cuando estaba en la primaria. La casa de cedro, de unos 50 kgs y 1.20m de alto, es una réplica de la casa que era de mis abuelos, que ahora es de mi mamá. En la madrugada de un Día de Reyes en 1991 esa casa de muñecas llegó a la casa de mi abuelita, junto con unos Cabbage Patch (Sandy y Miguelito). Todo mundo se dio cuenta. La casa era tan pesada y la puerta de entrada, que en aquel entonces era una puertita amarilla y ahora es un portón azul, eran tan chiquita que fue imposible meterla discretamente. No estaba tan joven cuando se murió mi abuelita, pero me acuerdo de pocas cosas sobre ella; de lo que sí me acuerdo mucho es de sus manos. Mi abuelita tenía las manos muy grandes. Cuando era joven, tocaba la guitarra de siete cuerdas y hacía zapatos. Todavía están por ahí los moldes que usaba.
Corría el año del 2000 cuando mi hermana, mi madre y yo nos embarcamos en un viaje memorable que no quedó documentado en ninguna foto ni red social, pero seguro estará por mucho tiempo en 3 hipocampos –la parte del cerebro responsable de la memoria a largo plazo, no el caballito de mar– y, ojalá, después de leer esto en muchas otras (sí, la tuya). No había Facebook, Instagram o Twitter. En general, el uso comercial del Internet estaba apenas empezando en México (y en el resto del mundo) y no había muchas páginas para compartir historias tanto como las hay ahora.
Nunca he estado en la cárcel, más que aquella vez que dormí en una celda en Cosamaloapan y me llené de pulgas, pero alguna vez estuve inscrita por un año y medio en algo parecido.
En la búsqueda de la «receta» para escribir un libro que me haga ganar un premio Nobel de literatura, me he dedicado a la ardua tarea de leer y analizar las estructuras gramaticales de muchos de los autores ganadores de este premio y también de quienes escriben best sellers o éxitos de venta. Así, comencé a leer el famoso Cincuenta sombras de Grey de la autora británica Erika James.
|
#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
September 2020
Categorías
All
|