No estaba tan joven cuando se murió mi abuelita, pero me acuerdo de pocas cosas sobre ella; de lo que sí me acuerdo mucho es de sus manos. Mi abuelita tenía las manos muy grandes. Cuando era joven, tocaba la guitarra de siete cuerdas y hacía zapatos. Todavía están por ahí los moldes que usaba. Mis abuelos maternos, naolinqueños, llegaron a Xalapa a vender zapatos. Tenían una alcancía de cochinito... un cochinito blanco con negro, de tamaño real que está en el segundo piso de la casa que ahora es de mi mamá. Como casi todas las familias de los años 40 y 50, mis abuelos tuvieron un montón de hijos. Yo nada más conocí a seis. Ahora quedan cinco y de esos cinco, ninguno sabe hacer zapatos. En mayo, estaba comiendo pastel en el D.F. con mi amiga Sofi y le dije que me daba un poco de tristeza que muchas artes tradicionales, a excepción de los lugares famosos por su población indígena como Chiapas y Oaxaca, se están haciendo del lado porque ya no tienen cabida en la vida urbana. Veracruz, por ejemplo, tiene una gran población indígena pero no en todos lados se conservan sus tradiciones. Lo que más me preocupa es que, como mi mamá y todos sus hermanos que nunca aprendieron a hacer zapatos, lleguemos a una época en que la gente esté tan acostumbrada a la vida urbana que nos olvidemos de las tradiciones más básicas. La mayoría de mis amigas tiene títulos universitarios pero sólo 3 saben hacer tamales y pozole. Hubo una pelea entre la educación y la tradición donde a mí, por ejemplo, me enseñaron que las labores del hogar (como cocinar y coser) son cosa de mujeres que decidieron no ir a la escuela, a menos que estudies gastronomía o historia de la moda (porque ser nomás garnachera, costurera o modista tampoco es «nice» aunque hagas una lanota). Pero, ¿por qué no se han de poder las dos cosas? Independientemente de las perspectivas tradicionales de género (porque hay muchos hombres que saben coser y hacer tamales), es importante (importantísimo) aprender de todo y aprenderlo bien. Siempre va a haber algún tipo de disparidad social, pero no sé por qué hay que ver ciertas ocupaciones como menos valiosas que las de una profesión universitaria. Acepto sin ninguna pena, lo juro, que de verdad me daría lo mismo trabajar recolectando basura que en un laboratorio científico haaciendo investigación porque (para mí) los dos trabajos son igualmente importantes y necesarios. Me encantan los zapatos. Tiene años que colecciono botas y me gustaría todavía más que mi abuelita o alguno de mis tíos o mi mamá me hubieran enseñado cómo hacerlos. De a mientras, estoy en la misión de aprender a hacer pozole porque una de mis peores angustias es que mis conexiones sociales se vuelvan tan urbanas que cuando celebre mi mega panchangón de cumpleaños #50, nadie sepa hacer pozole. Parece ser una visión exagerada, pero habrá que viajar a los países mas «avanzados» para darse cuenta que las labores tradicionales, indígenas y nativas ya se perdieron desde hace mucho y, cuando se encuentran, son mas bien una rareza digna de observación del National Geographic que una fuente de aprendizaje. A todos los hombres y mujeres con estudios universitarios y vida urbana les pregunto, ¿qué tal les quedan las garnachas y cuándo fue la última vez que pegaron un botón?
1 Comment
dr. murdock
15/10/2014 06:51:23 pm
amiga mía .. como vegetariano empedernido y amo de casa ... te puedo decir que soy enemigo de el aceite y la masa.... harina y azúcar.....que además engordan y apestan el chipo a la gente..... imagino sin duda, que la nostalgia de estar lejos de su país...duele y mas cuando esa nostalgia convertida en comida rápida engorda el ya de por si lento metabolismo de una oficinista...pero aunque yo no estudie mas que el cbtis... y vivi en un pueblo apartado de casi todo...me quedan bien mis guisos vegetarianos y remiendo mis trusas y calcetines ...o camisas que se desgarran....además en un tiempo cosi en punto de cruz y a mi madre le hice varios artículos cosidos ..una gallina y un tortillero...gracias..
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#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
September 2020
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