Hace tiempo escribí por acá que menarca es una de mis palabras favoritas; me suena algo así como a una versión súper poderosa de patriarca (aunque el significado no tiene nada que ver con eso y no soy particularmente admiradora de los patriarcados). Ayer, en las horas en que mi cabeza divaga porque sí, recordé que fue el vigésimo aniversario de mi menarca y pensé, ¿no debería acaso hacerme una súper celebración? con globos rojos, tampones de colores, memes de úteros o algo por el estilo. Yo, tan feminista.
Domingo, 12 de abril de 1998, por ahí de la 1 de la tarde.
La suerte la tuvo el baño de mi tía Lucia. No me acuerdo por qué estábamos de visita, pero me acuerdo que me dolía la panza, fui al baño y me di cuenta que estaba menstruando por primera vez. No me alarmé, ni nada –porque he oído historias de chicas a las que nunca les contaron que algo así les iba a pasar y de repente piensan que se van a desangrar hasta morir. Ahí tienen a Carrie de ejemplo y también a la mamá de mi marido–. No recuerdo una situación específica donde me hayan explicado el proceso con fotos y videos, pero sí sabía qué cosa era la menstruación y que era algo nomás de niñas. No dije nada y esperé hasta que regresáramos a la casa no sé por qué, no es como que me diera pena ni nada. Por suerte, tampoco soy de esas chicas a las que les dicen que menstruar es sucio y feo o algo que hay que esconder o por lo que hay que sentirse mal. Tal vez fue porque sabía que en mi casa había un montón de toallas sanitarias de marcas y modelos diferentes. La primera persona que se enteró fue mi hermana, quien me dio una de sus clásicas y tradicionales always con alas. Recuerdo que se me hizo enorme e incómoda y tampoco entendía por qué tenía una cubierta como de plástico que quedaba en contacto con la piel. Feo, feo. Muchos, MUCHOS años después, comenzaron a sacar versiones «teen» de toallas sanitarias, más chiquitas, supongo, pero para aquel entonces creo que ya me había casado con las que huelen a manzanilla, con cobertura como de tela –porque eso del plástico nunca me convenció–. ¡Ah! porque, cuando se trata de toallas sanitarias, uno se casa con las marcas o ciertos productos (así como ahora seguro estaré casada hasta la muerta, i.e. la menopausia, con mis calzones para menstruación). Si hubiera tenido un poquillo de más cabeza para los negocios, me hubiera hecho millonaria con la diversificación de toda la parafernalia relativa a la menstruación; la variedad y disponibilidad ha cambiado muchísimo en los últimos 50 o 60 años (desafortunadamente, no en todo el mundo y ese tema es en sí su propio ensayo aparte), no nada más con las toallas o tampones o copas o productos para el fluido mismo, sino también con la medicina para los cólicos que ahora también tiene versión para niñitas (supongo que menos fuertes y de colores). Para aquel entonces, ya tampoco tomaba nada, porque uno se acostumbra a la mala vida. Digo la mala vida porque la pobre menstruación tiene mala fama. Nadie la promociona como algo bonito, como algo saludable y normal. Me tardé muchos años en enterarme que cuando uno tiene trastornos alimenticios graves, como anorexia o bulimia, el periodo desaparece porque el cuerpo no puede darse el lujo de descontrolarse y perder todavía más. ¿Por qué nadie te dice eso? que si estás menstruando es porque estás sanota, no todo lo contrario, que te va a doler y que te vas a convertir en zombie o en inmortal (por aquello de sangrar una semana sin morirse). ¿Por qué? Tampoco te dicen que eso del dolor en exceso tampoco es normal y la dismenorrea es uno de los padecimientos que las mujeres se tratan menos, porque asumen que es lo normal, sangran un chorro y tener cólicos que te tiran tres días en la cama. También tardé muchos años en poner atención a cómo el cuerpo cambia de acuerdo al ciclo menstrual. Aún peor, fue un hombre quien tuvo que decirme al respecto (cuando me contó de las boobs de su novia y cómo se le ponían cuando estaba menstruando). Tan fácil que es distraerla a una de las desgracias de abajo con las maravillas de arriba. Si me hubieran dicho: «oye, Angélica, ponte tus buenos escotes durante la menstruación porque vas a traer las chichs en su punto» otra cosa hubiera sido de mi vestuario. ¡Ah! porque también una se viste con carpa y cosas oscuras y cuanta cosa, porque sientes que todo mundo te observa cuando, obviamente, al mundo le vale un carajo. Ahora, 20 años después, a mí también me vale un carajo menstruar, a pesar de mi huella. Me siento liberada, feliz, orgullosa y sé que significa que mi cuerpo está sano, que mis boobs van a estar maravillosas, que no tiene nada de malo y más místico –sáltate este renglón si no te gustan las emociones fuertes– que a los hombres también les vale (i.e. period sex!). Ojalá hace 20 años alguien me hubiera dado a leer algo como esto; tal vez no hubiera cargado con la culpa de mi huella (o sea, todas las veces que manché algo), porque es normal. A todas nos pasa, NUNCA es a propósito y creo fervientemente que debe acabarse el estigma –literal y figurado– de las manchas de menstruación porque, a pesar de todo, SE LAVAN Y SE QUITAN Y YA. ¿Qué necesidad de hacer panchos y decir ¡fuchiiii, qué horroooooorts! y hacerte sentir mal al respecto? La huella de Angélica:
No recuerdo cuál fue la primera fuente que encontré pero recuerdo que, en una conversación que tuve con mi hermana, descubrimos que la menstruación duraen promedio unos 37 años. Yo que ya me sentía toda una experta después de 20 años pero, al parecer, voy apenas un poquito más allá de la mitad. Hay que poner, entonces, las cosas en perspectiva por ser un proceso que está contigo tanto tiempo. Yo no sé ustedes, pero no he tenido ninguna mascota, ni un amigo cercano, ni un novio o amante que me haya durado tanto tiempo. Para los chicos: espero que sean buenos con sus mujeres y su relación les dure más que la menstruación. Para las chicas: espero que la próxima vez que manchen algo no se sientan mal, porque no tiene nada de malo. De momento, la reflexión me cayó de sorpresa. Tal vez para el 25º aniversario, los invite a mi fiesta :)
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#GelichuCuando Angélica va de camino por un té y no tiene nada con qué escribir o está a punto de quedarse dormida, se le ocurren las mejores ideas. Más sobre ella. Notas anteriores
September 2020
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